domingo, 12 de enero de 2014

VOLVER A TAPATANA


VOLVER A TAPATANA
Por Paco Gallardo
Fotos: Paco Farfán
 

Es la finca de Carlos Núñez donde ayer disfrutamos de lo lindo. Disfrutamos  de la entrega “enclasada” de la bravura. Regresábamos con el recuerdo de los que no pudieron asistir por diferentes motivos.  Al “Pelos”, ese gran Torero que tenemos en el extranjero,  es por motivos obvios al que más añoramos.

Esta salida era para poder vernos todos delante de unas vacas en las navidades y por mal tiempo se ha atrasado a este día donde ya no contábamos con su presencia. Lo importante es que se le espera  y “se le teme”  con ganas.

Fue un complemento ideal a la charla del día anterior
 
Lidiamos una primera añoja, que muy en Núñez, tanto de hechuras como de comportamiento, nos regaló unas enrazadas y templadas embestidas al final de  las series que posibilitaron en más de un momento el torero bueno y, sobre todo, sentido y profundo. Es evidente que por tamaño, no puede tener una consideración importante lo que se le hiciera, pero, para nosotros, que no tenemos la posibilidad de torear como nos gustaría y por aquello que, cada uno sabe el trabajo que cuesta ponerse ahí, tuvo mucha importancia e intensidad todo lo que se le hizo.
Cruz del Campo, dando ventajas a quien le devolvió la grandeza
 
Vimos un animal difícil de cuajar con el capote, abanto, y del que confiábamos y lidiábamos en espera de que se equilibrara y presentara verdadera pelea. Y lo hizo, en cuanto se quedó sola con el que le plantaba la muleta, siempre en su sitio,  con la colocación y suavidad que ella quería fue constantemente  a más y todos crecimos como toreros con ella.
Juan Bonachera, buscando la colocación donde le enjaretó sin enmendarse
 
 Esta vaca, de la familia de las Jardineras, antes de salir, sabíamos de sus posibilidades, fue un lujo haber tenido el día anterior una charla sobre el encaste, sus familias, características zootécnicas y comportamiento de estos mismos animales.
Fernando Cámara, el artífice de nuestro toreo
Nos fuimos con el placer de haberla entendido, que para unos principiantes, no es poco. Sobra decir que nada de esto hubiera sido posible sin la presencia, consejo y buenas maneras de nuestro inconmensurable Maestro: Fernando Cámara, nos hacía las veces de profesor, de auxiliarnos en los quites de peligros que se ocasionaron; y de arengarnos en los momentos de mayor duda. Fue, como es el toreo que por lo menos a mí me gusta. No mucho, por ser casi un milagro, pero sí muy intenso y algunos vibramos con la emoción de la raza y de la clase.
Nuestro Magnífico José Luis que tuvo el valor de plantarle cara a la anterior, y con esta se sintió.
 
Después salió una erala que no era la que tenía que haber salido. Era otra construcción, era de las procedencias que buscan, o han buscado, como hemos comentados en entradas anteriores aumentar el tamaño y la cara de estos Núñez de toreo y de toreros buenos. Era más destartalada, grandona y con unos pitones astigordos fuera de toda duda. No podía embestir y no embistió. Muy valientes estuvieron los que el valor les sirvió para dar la cara de toreros. 
Esta se quedó en los corrales, con esas hechuras.
 
Después salió, para bien de los que no pudieron hacer el toreo con ella, una añoja dulce, muy justa. Clase, sin fuerza, sin molestar, y dejó estar a cuantos se pusieron delante. Fue la ideal para ir abriendo caminos y buscar la necesaria colocación, temple y buen gusto que también  es el toreo.  Con este sabor nos vinimos caminito de Málaga la bella, con la miel y la hiel que da lo más grande: El torero y además entre amigos. !Que corto se hizo el camino!

lunes, 6 de enero de 2014

Algunos Toros no tienen que ser elefantes


Algunos Toros no tienen que ser elefantes
Por Paco Gallardo

Como el bonito y bravo toro de Núñez que no podemos ver en algunas plazas.  Y lo peor que tampoco se le espera. No está en su mejor momento.  Los ganaderos que siguen fieles al encaste, que no es lo mismo que seguir fiel a la sangre, sueñan con él. Muchos ya lo han desnaturalizado y lo han agigantado, no es Núñez; y, ni ellos saben cómo embisten, -si lo saben, no embisten-, ni  que toro quieren hacer, ni que tauromaquia sienten. Son comerciales. Quieren vencer, perdón vender, estar en la onda, sin importarle de qué es el concurso.
Emilio en la profunda soleá trianera

Me contaron una pequeña historia de un concurso de conejos. Diferentes personas presentaban un conejo y el más grande ganaba. Cuando ya era imposible aportar uno más grande por no existir en la naturaleza, aparece el concursante que iba a ganar: llevaba en su remolque un elefante todo aplastadito, atado y con cara de bueno. Cuando los demás participantes y espectadores le corrigen al atrevido: ¡No es un concurso de elefantes, es un concurso de conejos! Quién contesta inopinadamente es el pobre elefante con tono de súplica: ¡Por favor no me peguen más, yo soy un conejo, no un elefante!
Vive una ilusión, lleva tres días padreando por primera vez

Eso parece decirnos, desde el campo bravo, viendo que ya no existen sus vacas o que las cubre el toro de carne: Yo no soy un elefante, yo soy un Toro Bravo.
Aún existe en el campo. Paciente y costosamente, sigue esperando una reorganización  lógica aplicada a la fiesta. Un toro muy difícil de lidiar en plazas de primera, por su tamaño y por sus pitones, sacarlo de ese chasis, es condenarlo y condenarnos a lo que no debería de ser. Un toro complicado para los toreros que no son tan buenos. Un toro que necesita que le puedan,  que le enseñen, que les consientan, que lo lidien, que lo entiendan, para por mol de Villamarta, nos dé esas embestidas humilladas, profundas, entregadas en los vuelos, desde como un matemático diría, desde el menos infinito,  y esperando que tiren de ellas hasta donde sea capaz el torero. Muchos le llamaron el tranco de más. Un toro bueno para los toreros buenos, eso lo hermana con Saltillo su sangre le viene de Villamarta.
Torear

Hoy vivimos muy metidos en las apariencias. No solo en la fachada, un toro grande  nos parece que es más toro, como si fuera un coche o al peso. Hemos evolucionado el concepto de las apariencias también en las embestidas. Una embestida que se va, mejor que viene; es más fácil desprenderse de ella, especialmente a los toreros que le quema el toro que se mueve en las cercanías. Pero a nosotros que las vemos de lejos,  nos parecen por veloces y violentas que son las que valen en una emotividad de compañía de barra o de saludo de whatsapp. Esas embestidas alegres que son acompañadas, sin molestar, no se torean. Son los que hoy llamamos amigos pero no te atreves a molestar y por supuesto, ellos a ti tampoco. Eso no es la amistad ni esto el toreo. Esas embestidas, esas relaciones son más rápidas pero no más profundas e importantes para el toro, para el torero y para hacer el toreo, que aquí es de lo que se trata.
 Embestir es ir a pelear, no pasar para huir por muy grande que sea el toro.
 Tirar del toro, despacito y cerca, está relacionado con ello. Con torear. Traerlo enganchado y llevarlo cerca y despacio. Ni más, ni menos. Lo otro, es acompañarlo, eso sí, sin molestar, sin compromiso, por donde se quiere marchar y además con una falsa alegría que no es acometida, no es compromiso,  y ni mucho menos bravura, sino alegre huida, del que con prisas no se quiere involucrar, casi como nos pasa a muchos con las cosas que hacemos mal. Todos estos matices, un público observador más allá de las meras formas lo ha observado. Actualmente, quizás la falta de emoción nos haga estar pensando en otras cosas y no nos interese en una tarde de toros estos ricos detalles que hacen sublime la corrida de toros, la lidia de un toro. No lo sé.



Con la nobleza de su linaje se pregunta Alpargatera...
Pero el que  tiene todos estos matices, toda esta tauromaquia,  y ahora, para que paran en otoño, le toca padrear a sus vacas. Le toca crear el toro del 2019, no sabe si es mejor el charoles o el retinto. O esperar en el milagro que confirma que las esencia está en pequeños frascos y que un toro, algunos toros son buenos sin tener que que ser elefantes.