domingo, 29 de octubre de 2017

LOS OJOS DE LA BRAVURA

LOS OJOS DE LA BRAVURA

Por Paco Gallardo




La visión del toro lo define para poder embestir

El diferente comportamiento del toro por cada uno de sus pitones queda justificado al realizarse el toreo ante la visión monocular. Cada ojo posee, por su naturaleza, unas connotaciones y cualidades normalmente distintas. No vemos exactamente igual por un ojo que por otro.

Tendremos unas cualidades iguales en un ojo que en otro,  que muchas veces no es el caso, pero nosotros, haremos que sea dominante o que bajo su visión no estaremos tan cómodos. Se realiza el toreo ante el ojo del toro, no se torean los pitones.

Enfrontar el objeto de interés con los dos ojos, con la visión binocular, un toro estrecho de sienes posee mejor visión en la zona de enfoque binocular,  y poder medir sus distancias es el interés del toro. Un animal evolucionado como herbívoro con la sensibilidad visual y auditiva lateral propia al movimiento más próximo que se produce como gregario en la manada de manera instintiva y nada racional.

En la mirada del toro está el toreo

 Lo que llamamos fijeza, no es otra cosa que el interés de bifocalizar por parte del toro.  Preludio de una embestida franca, pues tiene el animal perfectamente definido y encuadrado el objetivo. Es lo que le permite, tras enfocar con el movimiento de su cara, cuadrar el cuerpo hacia el objeto, y de camino afrontarlo con mayor tracción y con sus defensas, por delante.

Las limitaciones que le impone la visión monocular hace que prefiera siempre el enfoque frontal y poder ver en tres dimensiones, este hecho queda definido en el argot taurino con la expresión "el toro siempre avisa", es como si el torero, "dotado de un radar anti misil", detectara que es objetivado por el enemigo.

El toro está dotado físicamente como rumiante, no como depredador. Es su comportamiento psíquico ante su fenotipo lo que condiciona sus limitaciones para el ataque. Son las de un ser que se muestra contra natura poderosamente agresivo y ello, define en lo posible su comportamiento y permite la lidia.

Este argumento no pretende en lo más mínimo justificar el toreo por la presencia de esa pequeña zona muerta que se presupone en el frontal inmediato del toro. Es pueril pensar que disponer de ella como recurso por el torero es posible, pues queda eliminada al más sutil movimiento de cabeza del toro. Lo único que si condiciona es su comportamiento para alcanzar dentro de su campo de actuación la mejor visión posible, y ese comportamiento es el que hace posible el toreo.

Habría que preguntarse hasta donde llega y en que afecta el dimorfismo de la visión de los diferentes encaste su diferentes maneras de embestir. Algo tan notorio que se presenta en un mismo encaste dentro de las diferencias de genero; pero eso lo veremos otro día.


fotografías de Julien Charlon